Entrevista

No todos los días podemos realizar una entrevista a una personalidad de tal talla, y para nuestra revista dedicada al Flamenco y cuya situación actual es de inicio del proyecto, no cabe duda que el aceptar la posibilidad de formular estas preguntas es todo un orgullo para nosotros.

Quiero comenzar diciendo que nuestro entrevistado es una persona con innumerables reconocimientos tanto a nivel provincial, como regional y nacional, cuyo trabajo va desde el estudio del nacimiento del Flamenco, la escritura de libros y colaboraciones en revistas especializadas, la participación en numerosos ciclos poéticos, literarios y musicales, entre otras muchas obras. Actualmente es profesor en la Universidad de Córdoba, escritor, músico y activista.

Con esta pequeña introducción, quería preguntarle ¿de dónde saca el tiempo para una vida llena de desafíos, proyectos y trabajos de tan alta calidad y tan variada?
Los seres humanos somos estuches de tiempo. Sólo somos eso. Y creo que nos equivocamos creyendo que la vida es una cuestión de extensidad. No es cierto que más vive el que más viejo muere. Conozco a personas ancianas que apenas han vivido. La vida es intensidad. Vive quien, siendo consciente de su efímera existencia, no deja pasar el tiempo en vano. En mi caso, intento vivir intensamente cuando escribo, cuando pienso, cuando trabajo, cuando amo, cuando descanso… Y en ese empeño vital, también creo que va implícito el compromiso con lo que crees y consideras justo. A mi juicio, el creador debe poner su obra al servicio de las causas que defienda en conciencia, pues de lo contrario viviría al margen de la realidad política o social y, entonces, también perdería el tiempo. Su tiempo que es el nuestro.

Tengo entendido que su lugar de nacimiento es un pueblo de nuestra comarca, concretamente Almodóvar del Río, ¿podría hacernos una breve descripción de su niñez y de dónde viene esta vocación cultural suya?
Nací en el pueblo donde vivo y donde quiero morir. Mi madre me dio a luz en la calle de los muertos, como metáfora premonitoria de lo inevitable y de la necesidad de beber hasta la última gota de este regalo que es la vida. Soy de pueblo y me siento muy orgulloso de serlo. Tengo el mismo defecto que Federico García Lorca, María Zambrano, Juan Ramón Jiménez, Blas Infante o Miguel Hernández. Saberme y sentirme de pueblo me conecta con el decorado de mi infancia, la patria eterna que todos conservamos en el corazón. Jugué en la ribera del río o en las faldas del castillo, parajes impensables para un niño de hoy, no sólo porque prefiera su móvil a la realidad, sino porque sus padres que se lo compraron también se lo prohibirían. Viví una infancia que pertenece a un tiempo que nuestro presente vertiginoso ha derogado para siempre. La vida ha cambiado menos en mil años que en los últimos veinte. Yo pertenezco a esa generación que jugó a las canicas y al trompo en la calle, igual que un niño del siglo XIX; que se enganchó a la televisión, igual que un niño del siglo XX; y que ve a sus hijos jugar con consolas y móviles, igual que un niño del siglo XXI. También en los pueblos. Cuesta ver a niños y niñas jugar en las plazas porque ya no están pensadas para ellos. Y lo que es peor: porque molestan a los mayores que olvidaron demasiado pronto que fueron niños.

Tuve la inmensa fortuna de que en mi infancia desembarcaran los libros. Mi abuelo Antonio tenía una pequeña biblioteca en su casa que custodiaba como un tesoro. Lo veía leer a todas horas, hasta con una lupa cuando también envejecieron sus ojos. Mi madre me regalaba un libro por Navidad. Siempre. A ellos les debo mi pasión por la lectura. Y a un par de profesores de EGB, Don José Ramírez y especialmente a Don Manuel Vizuete, que me convencieron para que escribiera lo que soñara. Y ahora, medio siglo después, me parece un sueño ser escritor y me siento un niño cada vez que escribo.

El origen del Flamenco lleva consigo la influencia de distintas culturas al igual que los rasgos, color de piel y demás características de la morfología humana de los habitantes de la península, y concretamente de esta tierra andaluza que ha acogido durante siglos a distintas civilizaciones, ¿podría indicarnos qué pueblo o pueblos son los que en origen introducen este Flamenco primitivo y cuál civilización es la que más ha aportado a lo largo de los siglos en la consolidación de este arte que tan presente está en cada rincón de nuestra geografía andaluza?
Tanto en mi libro “Arqueología de lo jondo” como en la serie de televisión que he codirigido con el mismo nombre, intento demostrar que el Flamenco es una fuerza viva que se va forjando y modificando con el tiempo. No nace por generación espontánea de la nada, ni en cualquier sitio. Claro que el Flamenco no tiene dueño pero sí tiene madre: Andalucía. Y utilizo la etimología de sus palabras para confirmar que muchas de ellas provienen del mestizaje y de la memoria, de culturas de otro tiempo que habitan en el presente eterno, gracias a un pueblo que decidió no olvidar hasta que olvidó el porqué de lo que recordaba cantando. Que muchas de esas palabras provengan del árabe andalusí no significa que ya entonces existiera el Flamenco. Que muchas de esas palabras provengan de lenguas vernáculas negras no significa que aquellos esclavos cantasen Flamenco. Que muchas de esas expresiones Flamencas
provengan del romaní-caló de los gitanos, no significa que en el siglo XV ya bailasen Flamenco. Que muchas de estas melodías huelan a perfumes americanos no significa que allí naciera el Flamenco… Pero lo que sí parece cierto es que todas estas culturas confluyeron en un momento determinado de nuestra historia, a partir de la persecución de todos ellos y ellas por el binomio Iglesia-Estado. En un mismo puchero se volcaron todos los ingredientes, también los castellanos, y se fue cocinando poco a poco hasta que cristalizó con unas formas similares a lo que hoy llamamos Flamenco. Muchos de esos aliños ya se han disuelto en el aire, pero sus aromas aún perviven en el universo de lo jondo. Y yo creo que las palabras son una buena muestra de ello. Hasta ahora no se había estudiado la etimología Flamenca con el rigor necesario y desde una perspectiva holística. Se cometía el error, a mi juicio, de indagar el origen de las palabras desde que el Flamenco se revela en los cafés cantantes y óperas Flamencas, como si estas estructuras musicales se hubiesen construido y bautizado de un día para otro. Yo no lo creo así. En mis trabajos de investigación, que me han llevado muchos años y muchísima dedicación, he abierto una línea de búsqueda partiendo de esta premisa: si el pueblo parió el Flamenco, el pueblo parió las palabras que lo nombran. Y si nuestro pueblo es hijo de mil leches, sus palabras también lo serán.

Actualmente existen a lo largo y ancho del territorio diversas peñas flamencas y otros colectivos que promueven la difusión del Flamenco, ¿podría darnos su opinión sobre la situación actual y qué posibilidades de mejora ve para conseguir una promoción mayor del Flamenco? La labor de las Peñas es impagable. No sólo porque se dejen la vida para conservar y divulgar la esencia y las formas de lo jondo. En mi opinión, lo que las hace grandes es que nacen del pueblo. Que son el pueblo. Hay instituciones públicas y privadas que también desarrollan un encomiable y necesario afán por el Flamenco. Pero las Peñas hacen lo propio como artesanos de lo que aman, con sus propias manos, con sus propios medios, no de arriba abajo como aquellas instituciones, sino de abajo arriba. Es el pueblo quien pone las sillas y el mismo pueblo quien termina escuchando el recital que ha organizado. Así pues, el que desdeña a las Peñas no ama el Flamenco. En mi opinión, en este siglo tan convulso y atenazado por el individualismo, la industria del ocio y las redes sociales, cada vez será más difícil sacar a una persona a la calle. Por eso no creo que las Peñas se deban en exclusiva al aficionado, vaya a ser que se fosilicen y se vean reducidas a museos arqueológicos. Desde el más escrupuloso respeto y admiración por las Peñas Flamencas, pediría que redoblaran sus esfuerzos por llevar el Flamenco a la calle, a las plazas, a los colegios, a los institutos… Que mantengan sus puertas abiertas, no sólo para que puedan entrar a sus eventos quienes quieran conocer el Flamenco, sino para que sean los propio peñistas quienes salgan hacia fuera llevando su afición a cada rincón de su pueblo.

Como hemos comentado en la introducción, usted es una persona muy comprometida con la promoción del Flamenco, es conocida su obra y su trayectoria. ¿Podría indicarnos cuáles son sus próximos proyectos y dónde podemos conseguir sus ejemplares y/o poder ver sus actuaciones?
Además del libro y la serie para televisión “Arqueología de lo jondo”, escribí un poemario para actualizar las letras del Flamenco que llamé “Daño” desde su ámbito más íntimo, que puse en escena con la coreografía de Alejandro Rodríguez, el cante de Rocío Márquez (que también escribió el prólogo de la obra) y la guitarra de Miguel Ángel Cortés. Actualmente, gira con Laura Vital al cante y David Caro a la guitarra, además de Alejandro Rodríguez al baile y de servidor a la palabra. También compuse las letras para un proyecto que hemos llamado “A Palos”, Flamenco por y para la rebeldía, junto a Carlos Llave a la guitarra, José Mari Cala al cante y David Ruiz a la percusión. Tanto en el disco (que se puede escuchar en todas las plataformas) como en el escenario, utilizamos el lenguaje Flamenco para denunciar algunos de
los problemas que padece nuestra sociedad actual, siguiendo la estela imprescindible de maestros como El Cabrero, José Menese, Manuel Gerena, Moreno Galván o Juan Pinilla. De no hacerlo, creo que estaríamos traicionando al Flamenco. Tanto con “Daño” como con “A Palos” he procurado ser fiel a la esencia ortodoxa de lo jondo y llevarlo a la contemporaneidad, especialmente en las letras, quizá donde menos se había adaptado a los tiempos que corren. El viernes 27 de octubre por la tarde estaremos con A Palos en Fuente Palmera y el sábado 28 por la mañana en Córdoba, por si quieren acercarse.

Siempre recomiendo que mis libros se compren en librerías cercanas, seguro que conseguirán el ejemplar que les pidan. Si resultase imposible, mejor en la web todostuslibros.com que reúne a centenares de librerías. La serie de televisión puede verse en la plataforma CanalSurMás. Si no tienen un televisor inteligente, pueden buscarla en el móvil o en el ordenador de casa. La serie se proyectará también en Casa Árabe de Córdoba durante este otoño-invierno, un día por mes comenzando el próximo 12 de septiembre, siempre contando en cada sesión con un especialista. También dictaré una interesante conferencia sobre “La huella sonora de las tres orillas: influencia morisca en el caribe afroandaluz” a finales de septiembre, en el Festival Internacional de Piano Guadalquivir, donde hablaré del viaje de melodías y palabras que también conformaron el Flamenco… Son tantas las actividades, que casi recomiendo mejor seguirme por redes sociales. En cuanto a proyectos de futuro, quiero continuar con mi investigación etimológica del Flamenco y elaborar un nuevo libro con formato más academicista. Mientras tanto, seguiré y seguiré aprendiendo.

Hoy en día existe una oferta muy variada de música para nuestros/as jóvenes, ¿cómo ve usted el Flamenco como propuesta para ellos y ellas?, ¿cree que debería realizarse alguna adaptación para atraer a este colectivo hacia este arte?
El Flamenco, igual que la rosa, es materia y también aroma. Hay muchos jóvenes que conocen y se acercan a la materia del Flamenco gracias al trabajo de academias, conservatorios, festivales… Pero también hay muchos jóvenes que prefieren impregnar sus creaciones con su aroma, ya sean musicales, literarias, cinematográficas, coreográficas… No discuto que estas obras no sean Flamenco en sentido estricto, pero es innegable que beben de lo Flamenco y me alegra que esto ocurra porque de lo contrario, como decía con anterioridad, convertiríamos nuestro arte más universal en una reliquia. ¿Acaso no fue discutida en su momento “La leyenda del tiempo” de Camarón? ¿No ocurrió lo mismo con el “Omega” de Enrique Morente y Lagartija Nick? ¿No está pasando ahora con “El tercer cielo” de Rocío Márquez y Bronquio? Más allá de disquisiciones entre puristas y ortodoxos, el Flamenco debe formar parte del universo sensorial de nuestros/as jóvenes. Me consta que una vez que prueban el veneno, sea
a partir de un rap de Dellafuente o del pop de Dani Llamas, buscan en sus móviles a La Niña de los Peines o Fosforito.

Las instituciones en general deben tener entre sus actuaciones unos apartados destinados a la cultura y concretamente a la difusión y promoción del Flamenco, ¿cómo ve usted este aspecto?, ¿podrían desarrollarse proyectos de otra envergadura, con colaboración pública, que mejoren dicha difusión y promoción?, ¿piensa que se pueden abrir otros espacios para lograr los fines perseguidos? Recuerdo cuando se pidió por primera vez y fue denegada por Unesco la consideración del Flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Algunos decidimos volver a impulsar esta candidatura (yo llegué a elaborar en 2007 un manifiesto para pedir el reconocimiento conjunto con la música andalusí, firmado entre otros por Vicente Amigo o Samira Kadiri), y nos llamaron locos porque argumentaban que no estaba en peligro. Hace unos años, el gobierno municipal de Córdoba decidió retirar el nombre de Avenida del Flamenco para reponer el de una persona con acreditado pasado franquista, a pesar de haber reunido más de 12 mil firmas, promovidas por Manolo Sanlúcar y servidor, con el apoyo de todo el mundo del Flamenco… Quiero decir que son muchos los ejemplos que retratan a nuestras instituciones públicas no creyendo en el Flamenco que tienen el deber de fomentar. Y así es imposible. Es fundamental que asumamos la responsabilidad y el honor de ser custodios de un legado cultural único en el mundo. A partir de ahí, cuidarlo. Especialmente, nosotros y nosotras. Porque siendo verdad que ya no pertenece a nadie, que es universal, que se canta y se baila en cualquier parte del planeta, duele que en Andalucía, la matria que lo parió, mucha gente no sepa distinguir una soleá de una siguiriya. Es de justicia recordar el empeño que puso mi hermano del alma Manuel Herrera, primer director de la bienal de Flamenco de Sevilla, en elaborar el material educativo para llevarlo a los colegios. Se pasó años y años llamando a las puertas de la administración con el silencio y la pasividad como respuesta. Antes de que se aprobara la Ley andaluza del Flamenco, que felicito pese a sus imperfecciones y carencias, yo mismo distribuí ese material educativo entre colegios e institutos de Andújar con la Cátedra Blas Infante que todavía dirijo. Sin duda, ese debe ser el foco de nuestros mayores denuedos. Si el Flamenco no llega a nuestros niños y niñas, será empeño de titanes que logren amarlo cuando sean mayores. Una vez soltadas las amarras con los más pequeños, el mar está para navegarlo. Se pueden crear más Cátedras de Flamencología en todas las Universidades, lo más abiertas posibles al pensamiento crítico. Sería de agradecer plataformas digitales dedicadas al Flamenco con documentales, actuaciones, entrevistas y toda clase de material divulgativo. Por supuesto, apoyar y contar con nuestras Peñas Flamencas para que sean embajadoras en sus pueblos y barrios… Creo con sinceridad que son muchas las personas e instituciones que se dejan la piel a diario en difundir el Flamenco por los cuatro puntos cardinales. La revolución que tenemos pendiente es la del reconocimiento.

El conocimiento de la historia en general, es necesario para comprender de dónde venimos, dónde nos encontramos y hacia dónde vamos, el estudio de la historia del Flamenco y sus orígenes es una labor de gran valía. ¿Cree que dicha historia del Flamenco está suficientemente explicada en los lugares de promoción del mismo, o por el contrario debería de impulsarse más?, ¿podrían prepararse proyectos sencillos y anuales que vayan en esa dirección?
El año pasado se inauguró en Fuente Palmera el Parque del Flamenco con la historia de sus cantaores y cantaoras, Llaves de Oro del cante, espacios dedicados al toque y al baile, Peñas y Festivales. Cada calle y cada lámina, tiene un código QR para ampliar la información desde el móvil. Una maravillosa idea y un proyecto pionero en el que he tenido el honor de echar una mano. ¿Por qué no un Parque del Flamenco en cada pueblo o ciudad? Acercar la historia del Flamenco a los lugares donde paseamos, donde charlamos, donde los niños juegan, donde los amantes se besan, es una manera bellísima de mirarnos al espejo. Sólo se ama lo que se conoce y es fundamental conocer el Flamenco para que podamos amarlo. Ojalá hubiera jugado en un Parque del Flamenco cuando chico. Ojalá mis profesores me hubieran hablado de tonás y tarantos en el colegio. Ojalá la historia del Flamenco se enseñara como pieza esencial de la historia de Andalucía. Pero, ¿cómo vamos a conocerla si tampoco se enseña como es debido la historia de los pueblos que conforman el sustrato popular de nuestra cultura? Nadie me habló de moriscos, judíos, negros, gitanos o americanos en el colegio, como si jamás hubieran pisado el suelo que ahora piso. Entiendo necesario y urgente divulgar la historia del Flamenco en todos los ámbitos académicos y culturales, adaptando el lenguaje al receptor. Pero me encantaría que la flamencología también se acercara a la historia de los pueblos marginados que fueron magma de lo que hoy llamamos Flamenco. Sin ellos y ellas, no hubiera cantado El Planeta.


Para finalizar, quisiera hacerle una pregunta más personal e íntima, ¿podría hacernos una reflexión sobre lo que significa para usted el Flamenco y cómo ha cambiado su vida?
Mi padre era y es un gran aficionado. En su Seat 850 siempre nos hacía escuchar cintas de Fosforito o Juanito Maravillas. Yo pertenezco a la generación de la movida que creyó que la modernidad consistía en abominar de todo aquello. Afortunadamente, la vida me enseñó a mirar hacia atrás y a medida que redescubría el Flamenco, más amaba y admiraba a mi padre. Ahora está enfermo y pierde la memoria. Apenas recuerda lo que ha hecho hace un minuto, pero se sigue emocionando cuando escucha una soleá. Y la canta. A mí se me rasga el alma cuando lo veo llorar mientras mueve los labios, porque me demuestra que el Flamenco anida en los tuétanos de nuestros huesos, en el desván más lejano de nuestro cerebro, en la médula de nuestro corazón. Mi padre que vive en el olvido tiene el Flamenco grabado en la memoria. Ahora amo el Flamenco porque se lo debo a él y a todos nuestros ancestros que transmitieron sus saberes y sentires en un quejío. Me repetía mi amigo y Maestro Manolo Sanlúcar: “Dijo a la lengua el suspiro: échate a buscar palabras que digan lo que yo digo”. Ese suspiro hoy es el aliento de mi vida.

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